Cuanto mal trae el orgullo

“Y viéndolos Sedequías rey de Judá y todos los hombres de guerra, huyeron y salieron de noche de la ciudad por el camino del huerto del rey, por la puerta entre los dos muros; y salió el rey por el camino del Arabá. Pero el ejército de los caldeos los siguió, y alcanzaron a Sedequías en los llanos de Jericó; y le tomaron, y le hicieron subir a Ribla en tierra de Hamat, donde estaba Nabucodonosor rey de Babilonia, y le sentenció. Y degolló el rey de Babilonia a los hijos de Sedequías en presencia de éste en Ribla, haciendo asimismo degollar el rey de Babilonia a todos los nobles de Judá. Y sacó los ojos del rey Sedequías, y le aprisionó con grillos para llevarle a Babilonia.” Jeremías 39:4-7

Nabucodonosor sitió la ciudad de Judá, la profecía anunciada se cumplió y aunque el pueblo estaba protegido por murallas, el ejército enemigo rodeó todo, y para sus habitantes fue imposible entrar o salir, así que no había modo que nadie pudiera salvarse.

Todas las profecías mentirosas de los aduladores del reino se cayeron ante la realidad evidente, todo sucedió tal y como Dios lo dijo a través de su profeta Jeremías. Los egipcios no rescataron a Judá y El Señor no los liberó de manera milagrosa como lo había hecho con los asirios alrededor de 130 años antes. Los falsos profetas que habían prometido liberación y éxito estaban equivocados, y Jeremías demostró estar en lo correcto.

El asedio duró casi año y medio, tiempo en que los moradores de Judá estaban atrapados sin poder suplir de alimentos ni abrigo a sus familias, y ¿Qué creen que hizo el rey Sedequías, su familia y los príncipes ante esta invasión? ¿Se imaginan acaso que pidió clemencia a Nabucodonosor para que Judá sea perdonado? ¿Creen que Sedequías reconoció que él era el responsable de lo que pasaba por no haberse rendido, aunque Jeremías se lo advirtió muchas veces? ¿Suponen acaso que Sedequías como gobernante se entregó para sosegar la ira de Nabucodonosor? No a todas estas suposiciones. Sedequías, el rey de noble cuna, rey de Judá se preocupó sólo por su propia seguridad.

El rey Sedequías huyó corriendo y escondiéndose por el jardín de su palacio, pero no se fue sólo, el cobarde hizo que sus mejores hombres de guerra escaparan con él, y esto si que fue un triste espectáculo, estos hombres preparados para la batalla, actuaron como cobardes, dejaron la ciudad en manos del enemigo, este rey se preocupó más porque lo cuiden a él. Las mujeres, niños, ancianos y enfermos de Judá quedaron sin ninguna protección porque hasta sus generales, príncipes y soldados de guerra huyeron. La gente desleal sólo mira por su propia vida y nada más le interesa.

¡Tantas veces el profeta Jeremías había anunciado estas cosas, pero sólo recibió desprecio! Los soberbios lo encarcelaron, lo metieron a un silo, lo golpearon, quisieron matarlo de hambre, ¿y ahora qué podían decir? ¿Tenía o no razón Jeremías? Pero ellos no quisieron reconocer nada, así que mejor huyeron.

Así son los hombres y mujeres que no tienen temor a Dios, cuando ven que las consecuencias de sus acciones son malas, huyen llenos de terror, pero no se arrepienten, más bien endurecen más y más sus corazones.

Sedequías planeó su escape y pensó que estaba seguro con su pequeño ejército de gente preparada para la guerra, se imaginó que podría escapar y estar a salvo, pero lo que iba a pasar, ya había sido profetizado, y toda la palabra de Dios se cumple.

El ejército de los caldeos notó la huida y pronto los atraparon, ¡Ay Sedequías! ¡si tan sólo hubieras pedido misericordia! ¡si hubieras creído en la Palabra de Dios!, ¡si hubieras sido leal a tu nación!, ¡pero no hiciste nada de eso!, sólo pensaste en ti mismo y por eso lo que sufriste fue demasiado doloroso y humillante.

Nadie puede escapar de los ojos de Dios, puedes si quieres, tratar de evadir su atención, pero te cansarás en el intento porque nada está oculto de los ojos de Dios.

Nabucodonosor los atrapó y empezó degollando a los hijos de Sedequías delante de sus ojos, igualmente a todos los príncipes que odiaban a Jeremías, Dios le había prometido a Sedequías que si se rehusaba a obedecerlo y a rendirse a los babilonios, sus esposas e hijos sufrirían (Jeremías 38:23). Aquí la terrible promesa fue cumplida.

Pobre Sedequías tuvo que ver la masacre de sus propios hijos, no sólo de ellos, también de todos sus nobles, era un espectáculo aterrador, toda su descendencia consumida en sangre, y todo por haber sido un hombre obstinado contra Dios.

Cuando llegó el turno de Sedequías, Nabucodonosor quiso que fuera torturado, le sacaron los ojos y lo ataron con cadenas, y así en esa situación miserable lo llevaron a Babilonia, seguramente que Sedequías hubiera preferido morir antes que sus hijos, pero el rey vencedor quiso humillarlo y ponerlo como ejemplo de todo lo que acarrea la soberbia.

Jerusalén fue quemada y destruida, tal y como Dios se lo prometió a Sedequías, el rey endurecido en su desobediencia:

“Sacarán, pues, todas tus mujeres y tus hijos a los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás apresado, y a esta ciudad quemará a fuego.” Jeremías 38:23.

El orgullo, la terquedad y, la desobediencia no parecen pecados tan feos como otros, pero justamente por parecer actitudes normales, provoca que haya cristianos con corazones endurecidos, débiles para orar, superfluos y egoístas. Pongámonos en la balanza de Dios para reconocer cuáles son nuestras prioridades, Dios siempre espera que nos pongamos a cuentas con Él.

Con amor

Martha Vílchez de Bardales

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