El obrero merece su salario
- IB La Molina
- 27 ago 2021
- 3 Min. de lectura
“¡Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde, y no dándole el salario de su trabajo! Que dice: Edificaré para mí casa espaciosa, y salas airosas; y le abre ventanas, y la cubre de cedro, y la pinta de bermellón. ¿Reinarás, porque te rodeas de cedro? ¿No comió y bebió tu padre, e hizo juicio y justicia, y entonces le fue bien? El juzgó la causa del afligido y del menesteroso, y entonces estuvo bien. ¿No es esto conocerme a mí? dice Jehová. Mas tus ojos y tu corazón no son sino para tu avaricia” Jeremías 22:13-17

“Porque la Escritura dice: No pondrás bozal al buey cuando trilla, y: El obrero es digno de su salario.” 1 Timoteo 5:18. Este es un texto que mi padre siempre repetía, sin embargo aunque fue pastor por más de cincuenta años, nunca vivió del ministerio, más bien con su trabajo sostenía la obra. Él tuvo un trabajo secular que le permitió hacer esto.
En este capítulo nuevamente se le pidió al profeta reprender a la nación pero empezando desde las cabezas porque se habían aprovechado de la gente más débil para convertirlos en una especie de esclavos. Fueron justamente los que tenían un papel de eminencia quienes dieron el mal ejemplo al pueblo, porque usaron sus puestos de jerarquía para explotar a su antojo, y el pueblo hizo lo mismo.
Así que tanto el palacio del rey, como Jerusalén debían ser destruidos, porque su maldad había llegado al nivel más alto; la ciudad estaba llena de robos, y especialmente el palacio del rey, pero ese mal ejemplo había alcanzado a toda la comunidad. Así que los ricos ejercían la tiranía, porque se consideraban exentos de todas las leyes y construyeron injustamente sus palacios con el trabajo sin pago de obra, haciendo daño a sus vecinos, exigiendo y extorsionando trabajos sin recompensarlos, pero ese ejemplo lo siguieron los ciudadanos porque ellos también empezaron a negar el salario a los trabajadores, privando a los pobres del fruto de su trabajo.
Habían olvidado la ley que ordenaba que quienes trabajan deben obtener su sustento diario porque no hacerlo es como matarlo sin piedad. “No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. No retendrás el salario del jornalero en tu casa” Levítico 19:13.
“Cuando un ladrón mata a un hombre, su objeto es el botín; pero el que hace trabajar a un obrero y chupa, por así decirlo, su sangre, y después lo despide desnudo y necesitado; esto es más atroz que matarlo con violencia.”
La Biblia habla mucho de la remuneración al trabajador, es justo pagar la cantidad necesaria que asegure que sus trabajadores no estén en estado de pobreza, pero también es bíblico el principio de dignidad que habla del trato a las personas en todas las áreas del trabajo. No importa en qué posición se esté. Tanto si se es jefe, empleado o trabajador independiente, la Biblia protege la voluntad de cumplir con su papel de forma honorable y asegurar de que se respete la voluntad de todos y por último, el principio de gratificación es importante por el honor del trabajador.
Jeremías confrontó al rey y a todo el pueblo por su avaricia e injusticia, ellos se habían aprovechado injustamente del obrero. El profeta dijo todos eran culpables porque demostraron:
Falta de equidad y justicia
Engaño a los trabajadores (no dándole el salario de su trabajo)
Egoísmo y una indulgente vida de lujos (edificaré para mí casa espaciosa y salas airosas)
Orgullo y falsa seguridad.
No seguir el buen ejemplo de sus padres (¿No comió y bebió tu padre, e hizo juicio y justicia, y entonces le fue bien?)
Como cristianos que experimentamos cada día la provisión de Dios tenemos que aprender a dar el mismo trato a todas las personas, especialmente a los de la familia de Dios. Los gobernadores de Judá no conocían a Dios en lo absoluto porque ellos no llevaban a la práctica su amor haciendo justicia a los demás. ¿Qué tiene que ver esta palabra con nosotros? Debes preguntarte, ¿Eres justo en apoyar al que trabaja para ti? Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. (1 Juan 3:14) Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿Cómo mora el amor de Dios en él? (1 Juan 3:17). Que Dios nos ayude a evaluar siempre nuestro corazón para que no seamos indiferentes ni injustos con nadie.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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