“Matrimonio en peligro: cuando los celos mandan”
- IB La Molina

- 29 sept
- 3 Min. de lectura
Entonces andarás con seguridad por tu camino, y no tropezará tu pie. Cuando te acuestes no tendrás miedo, sí, te acostarás y será dulce tu sueño. No temerás el pavor repentino” Proverbios 3:23-25

Si le preguntamos a una esposa cristiana que se considera muy espiritual, seguramente nos dirá que este es uno de sus versículos favoritos. Y es que todas queremos confesar que no tenemos miedo de nada. Yo misma estoy pronta a declarar con convicción: ‘
En el día que temo, yo en ti confío’ (Salmos 56:3).
Pero la verdad es que, aunque proclamemos que no tememos, sí cargamos con muchas preocupaciones. Esas inquietudes nos roban el sueño, llenan nuestra mente de pensamientos irreales y alimentan dudas en el corazón. Y como estas meditaciones están dedicadas a las casadas, debo decirlo con claridad: uno de los temores más comunes en la vida matrimonial son los celos. Ese miedo disfrazado que hiere la confianza, desgasta la relación y roba la paz del hogar.
¿Quién no ha tenido celos? Yo me declaro culpable, sobre todo en mi juventud inmadura, aunque mi esposo no tenía ojos traviesos, me era incomodo que después de un buen sermón, todas las hermanas quisieran felicitarlo, hablar con él a solas (por consejería pastoral) y hasta abrazarlo.
En esa época se me iba el sueño porque no me atrevía a pedirle que no dejara que las hermanas sean tan cariñosas (la verdad es que no lo eran, mi inmadurez fabricaba enredaderas) mi esposo joven pero sabio, hizo un trato especial conmigo, el atendería a los varones y yo a las mujeres. ¡Santo remedio! Pero debo reconocer que no era excusa mi juventud, los celos fueron y serán pecado.
Queridas casadas, novias o enamoradas, debo advertirles que los celos:
No solo dañan la relación, también enferman el corazón y el cuerpo. Así lo declara el Proverbios 14:30 “El corazón apacible es vida de la carne; mas los celos es carcoma de los huesos.”
Los celos son más destructivos que la ira o el enojo; pueden arrasar una relación que prometía compromiso y felicidad. Proverbios 27:4 “Cruel es la ira, e impetuoso el furor; mas ¿quién podrá sostenerse delante de los celos?”
Los celos abren la puerta al desorden y destruyen la paz del hogar. “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.” Santiago 3:16
Los celos no distinguen edad ni madurez; pueden atrapar tanto a la joven insegura como a la esposa madura que cree tener razones para sospechar. Pero no olvidemos que los celos son obra de la carne (Gálatas 5:19–21) y no del Espíritu. Mientras no los entreguemos al Señor, crecerán como raíces amargas que sofocan la confianza, la fe y el amor en el matrimonio. No es suficiente justificarlos, hay que reconocerlos como pecado y pedir perdón a Dios para ser libres de esa atadura.
Queridas hermanas, el remedio es volver al amor perfecto de Cristo, que “echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Solo en su presencia aprendemos a confiar, a descansar en que Él guarda nuestro hogar, nuestra relación y nuestro corazón. No son nuestras sospechas las que protegen el matrimonio, sino la fidelidad del Señor. Elijan confiar antes que celar, perdonar antes que sospechar, y llenar sus pensamientos con la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. Allí está la verdadera victoria contra los celos.
Con amor
Martha Vilchez de Bardales
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