Al rescate de los hijos
- IB La Molina
- hace 14 minutos
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“Ciertamente así dice el Señor: Aun los cautivos del poderoso serán recobrados, Y rescatada será la presa del tirano. Con el que luche contigo Yo lucharé, Y salvaré a tus hijos” Isaías 49:25

Cada Navidad los hogares se llenan de risas y unidad, todos vuelven para celebrar el amor de Dios. Pero hay hogares donde eso no es posible, por eso esta palabra es un abrazo de Dios para todo padre y toda madre que ha visto partir a un hijo por caminos lejanos. Es una promesa viva, firme y llena de esperanza. El Señor declara que incluso aquello que parece irrecuperable: el cautivo del poderoso, la presa del tirano, será rescatado. Él mismo entra en la batalla. No nos deja solas. El énfasis está en Su voz: “Yo lucharé… y Yo salvaré a tus hijos.”
Nuestro Dios es más fuerte que cualquier enemigo que intente retener el corazón de nuestros hijos. Su poder no conoce derrota. Y cuando Él promete salvar, lo hace con autoridad y amor eterno. La palabra “salvar” que aparece aquí es el verbo hebreo yasha’, una palabra profunda y preciosa que significa liberar, ayudar, llevar a un lugar amplio y seguro. De ella nace yeshua, de donde proviene el nombre Jesús. ¡Qué promesa tan gloriosa!
“El Salvador mismo es quien va tras nuestros hijos.”
Aunque esta profecía puede incluir liberación física, su mensaje más profundo habla de restauración espiritual. Dios ensancha lo que estaba estrecho, saca del peligro, conduce al descanso. Así lo declara también en Isaías 45:22: “Vuélvanse a mí y sean salvos todos los confines de la tierra; porque yo soy Dios, y no hay otro.”
Y como si fuera poco, el mismo libro de Isaías nos recuerda que el tiempo de Dios es perfecto:
El más pequeño vendrá a ser mil, y el más joven un pueblo fuerte. Yo Jehová, a su tiempo, haré que esto sea cumplido pronto.” Isaías 60:22
Tal vez este año estás terminando con lágrimas silenciosas y oraciones persistentes. Tal vez la mesa de Navidad tendrá una silla vacía. Pero ninguna oración se pierde, ninguna lágrima es ignorada. Dios obra a Su tiempo, y Su tiempo siempre es perfecto.
En esta Navidad, seamos como el padre del hijo pródigo. Él no endureció su corazón ni perdió la esperanza. Esperó. Y cuando su hijo aún estaba lejos, lo vio, fue movido a misericordia, corrió, lo abrazó y lo besó.
“Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.” Lucas 15:20.
Querida mamá, espera con fe. Mantén encendida la lámpara de la oración y el corazón lleno de paz. Dios está peleando por tus hijos. Él los ve, Él los llama, Él los trae de regreso. Esta Navidad, descansa en Su promesa: “Yo salvaré a tus hijos.”
Martha Vílchez de Bardales
Despierta Débora Perú
Madres de rodillas, hijos de pie





