Ambiciones personales
- IB La Molina

- 6 abr 2021
- 4 Min. de lectura
“Hubo un hombre del monte de Efraín, que se llamaba Micaía, el cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata que te fueron hurtados, acerca de los cuales maldijiste, y de los cuales me hablaste, he aquí el dinero está en mi poder; yo lo tomé. Entonces la madre dijo: Bendito seas de Jehová, hijo mío. Y él devolvió los mil cien siclos de plata a su madre; y su madre dijo: En verdad he dedicado el dinero a Jehová por mi hijo, para hacer una imagen de talla y una de fundición; ahora, pues, yo te lo devuelvo. Mas él devolvió el dinero a su madre, y tomó su madre doscientos siclos de plata y los dio al fundidor, quien hizo de ellos una imagen de talla y una de fundición, la cual fue puesta en la casa de Micaía. Y este hombre Micaía tuvo casa de dioses, e hizo efod y terafines, y consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote. En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.” Jueces 17: 1-6

Por favor acompáñenme nuevamente a meditar en el libro de los Jueces. La última historia que vimos fue sobre la vida de Sansón. Ahora en los capítulos diecisiete y dieciocho podremos notar la gran confusión espiritual y el pecado en Israel durante los días de los Jueces. Estos dos capítulos muestra como la nación se había corrompido.
Había un joven llamado Micaía que robó a su madre 1,100 ciclos de plata, pero luego se los devolvió. No sabemos qué lo motivó a cometer este delito, ni tampoco por qué lo devolvió. Pero la madre bendijo a su hijo por regresar el dinero. Desde el inicio de esta historia podemos ver el estado espiritual de las familias israelitas, un hijo que roba, una madre que no disciplina.
Con su fortuna devuelta la madre decidió hacer una imagen de talla y una de fundición, eruditos dicen que la primera fue una imagen de un dios falso (como Baal o Astarot). Pero otros estudiosos creen que la imagen fue de Yahveh. Aún así era pecado, porque estaba prohibido estrictamente la adoración a cualquier representación de Dios.
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso” Éxodo 20:4-5
En este tiempo de pandemia hay mucha gente que está buscando a Dios. Eso es algo muy bueno. Pero debemos tener cuidado de no volver a presentar al Señor como un Dios que se ajusta a la predilección del cliente. Debido a la naturaleza caída, los seres humanos quieren hacer a Dios a su imagen. El dios que los ayude a ser prósperos, el dios que los beneficie con bienes materiales, el dios que los sane y proteja, etc. En el caso de Micaía, él quería un dios que lo ayude en todo.
“Y este hombre Micaía tuvo casa de dioses, e hizo efod y terafines, y consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote.” Jueces 17:5
Micaía acomodó su fe a su conveniencia, se hizo una casa de dioses, parecía un templo pequeño, un lugar donde sus paisanos podían venir a adorar sus ídolos. ¡Hasta se hizo un efod! imitando la vestimenta del sumo sacerdote que servía en el tabernáculo. También se hizo terafines, pequeños ídolos o estatuillas que eran adorados con la esperanza de obtener prosperidad y dirección.
No era suficiente para Micaía tener ídolos a su antojo, también era poco tener una casa de idolatría , así que también consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote. ¡Ahora tenía su propio sacerdote! Eso no fue lo peor porque finalmente, Micaía estableció un orden de sacerdocio entre sus hijos. En cada uno de estos pasos, Micaía hizo todo lo que pudo para establecer una religión rival en Israel. Todo esto vino de la cabeza de Micaía y no de Dios.
Esto era completamente una religión hecha por el hombre y centrada en el hombre. Por lo tanto, el propósito de la casa de dioses, el hermoso efod, los ídolos atractivos, y el sacerdocio establecido era para servir y agradar al hombre, no a Dios.
“En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.” Jueces 17:6
No puedes ser un siervo de Dios y hacer las cosas como te parecen, te gustan, o te convienen. En la época de los jueces las personas buscaban en ellas mismas la guía de la moralidad y la ética. ¿Acaso no es lo mismo que ocurre el día de hoy? Hacer de la fe en Dios un negocio personal es hacer lo mismo que hizo Micaía.
Quizá el mundo haga las cosas como le convienen, de cómo ganar más y aprovechar más, esa idea moderna de pensar: “sigue tu corazón” o “deja que tu corazón te guíe.” ha llevado a la aparición de muchos grupos que sólo crean dioses menores que satisfacen sus ideales, pero la Biblia nos pone límites claros para no hacer las cosas a nuestra manera, sino a la manera de Dios.
Que en estos tiempos de pandemia seamos mucho más temerosos de Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales









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