Aunque me dejen solo, sigo adelante

"Los jefes le dijeron al rey: Hay que matar a este hombre. Con semejantes discursos está desmoralizando a los soldados y a todo el pueblo que aún quedan en esta ciudad. Este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia. El rey Sedequías respondió: Lo dejo en sus manos. Ni yo, que soy el rey, puedo oponerme a ustedes. Ellos tomaron a Jeremías y, bajándolo con cuerdas, lo echaron en la cisterna del patio de la guardia, la cual era de Malquías, el hijo del rey. Pero, como en la cisterna no había agua, sino lodo, Jeremías se hundió en él." Jeremías 38:4-6

El llamado de Dios es irrevocable, como dijo el apóstol Pablo: “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.” Romanos 12:29. A Jeremías nadie lo podía callar, ni la cárcel ni los azotes. Otra vez al profeta lo arrastraron nuevamente desde el patio donde lo alimentaban con un pan al día, y lo llevaron esta vez a la parte más oscura y sucia del calabozo.

¿Qué ocasionó este nuevo maltrato? Lo que sucedió fue que cuatro príncipes lo habían escuchado y les molestó cada palabra que decía como boca de Dios. Es que el profeta aunque era prisionero cautivo nunca dejó de desempeñar su papel profético. La Palabra de Dios no puede ser atada, aunque ellos se empeñaran en someter al siervo de Dios, la verdad profética seguía siendo anunciada.

Estos cuatro príncipes: Sefatias, Gedalías, Jucal, y Pasur hicieron un escándalo hartos de escuchar al profeta, y decidieron arruinar su ministerio de una vez por todas, se unieron para planear lo que le harían, así se unen los demonios cuando quieren hacer daño a los hijos de Dios.

Como estos príncipes tenían autoridad influenciaron ante el rey y acusaron a Jeremías:

“Hay que matar a este hombre. Con semejantes discursos está desmoralizando a los soldados y a todo el pueblo que aún quedan en esta ciudad. Este hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia.”

Recordemos que el mensaje que Jeremías predicaba era el mismo, no había cambiado el mensaje de Dios en nada, incluso estaba escrito y había sido colocado en las puertas del templo como advertencia divina, por treinta años cada palabra contenía el mensaje sobre volver a Dios, arrepentirse y obedecer, pero estos príncipes con maldad azuzaron al rey afirmando que Jeremías sólo predecía males, como si este santo hombre, desvariaba, suelto de lengua, sin dominio de su propia mente. Las acusaciones contra los siervos íntegros siempre esta cargada de odio, como si quemara con fuego del infierno.

Con esta grave acusación, afirmaron además, que Jeremías era digno de muerte y que merecía el más duro castigo por sus delitos contra la nación. Además lo acusaron de ser un rebelde que despreciaba deliberadamente la autoridad del rey, como si fuera un promotor de malos augurios, por lo tanto no merecía ninguna misericordia.

En estos momentos mientras leo y medito en las acusaciones que esgrimieron estos demonios contra el siervo de Dios pienso en cómo satanás sigue usando los mismos recursos para lograr que desprecien a los siervos íntegros de este siglo. Las acusaciones que se levantan contra pastores y líderes, no vienen siempre de enemigos externos, lo más doloroso es cuando los más íntimos se vuelven desleales, olvidan sus promesas y acusan con mentiras y hasta niegan el llamado de un siervo fiel del Señor.

Jeremías fue injustamente acusado de hablar de mal y calamidad, cuando hizo todo lo contrario, a veces los siervos de Dios son acusados exactamente de lo opuesto a la verdad.

• Por ejemplo Moisés, quien fue un hombre increíblemente humilde, fue acusado de ser un orgulloso. Lee Números 12:3 y 16:3.

• Job fue un hombre justo pero fue acusado de grandes pecados por sus amigos. Lee Job 1:1 y 4:7-8, 8:20, 11:14-17.

• Jesús era el hijo perfecto de Dios y fue acusado de estar poseído por demonios. Lee Juan 7:20, 8:48, 8:52.

• Elías fue acusado por Acab de ser un criminal, Pablo de ser un mentiroso y los judíos acusaron a Jesús hasta la crucifixión.

El rey Sedequías no escuchó más argumentos de los príncipes y dio amplia libertad para que hicieran lo que quisieran con el profeta. La intención de los príncipes era claramente la de matar a Jeremías, pero de la manera más hipócrita, ellos no querían cargar con la culpa de derramar su sangre. Por lo que, en lugar de aventarlo a la cisterna y dejarlo caer, lo que hubiera provocado una herida y sangre que se hubiera derramado, ellos cuidadosamente lo metieron con sogas en la cisterna donde encontraría una muerte lenta por el hambre, la exposición, o enfermedad , pero técnicamente sin derramamiento de sangre.

Cuando los que eran tus amigos te abandonan, hacen lo mismo que esos príncipes, pues te dejan a tu suerte, no te golpean, pero se alejan y a la distancia miran si sigues viviendo o ya estás muerto.

En esta parte hago un alto porque me sobrecoge la historia de Jeremías hundido en el lodo asqueroso, alguien que sólo quería el bien de su nación, que cumplió la misión sin retroceder ni un paso, ahora abandonado, tratado con crueldad salvaje. Tenemos que aprender de este ejemplo, a veces somos puestos a prueba para que nos mantengamos fieles a pesar del maltrato, deslealtad y el abandono

Me estremece imaginar al siervo de Dios, muerto de frío, hambre, abandonado por no ceder ante la tentación de no decir la Palabra de Dios. Por eso oro: ¡Dame Señor el valor de no callar y anunciar tu mensaje hasta que tenga aliento con todo el amor que tú me das! Ayúdame a perseverar aunque no sienta el apoyo de nadie, siento el tuyo Señor. Amén

Con amor

Martha Vílchez de Bardales

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