Benditos los que lloran
- IB La Molina

- 6 jul 2021
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“Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos, para que no te haga yo quebrantar delante de ellos. Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra. Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.” Jeremías 1: 17-19

Cuando mi esposo y yo éramos jóvenes, solteros y estudiantes del seminario, teníamos la costumbre de ir a escuchar a pastores que venían de visita al país. Ellos venían a hacer grandes campañas evangelistas y nosotros éramos admiradores que aprendíamos de cada uno, algo especial. Los identificábamos por sus dones, por ejemplo: “el Maestro”; “el Apologista”, “el Homilético”; “el Exégeta” y “el Profeta”. Estos hombres de Dios nos enseñaron mucho a través de los dones que el Espíritu Santo les dio, por supuesto que queríamos imitarlos en cuanto a enseñanza, personalidad y fe.
También si hablamos de personajes de la Biblia, los pastores se identifican mucho con Pablo, Bernabé, Pedro, Santiago, o con los héroes del Antiguo Testamento, he oído que se identifican con Moisés o David, pero no muchos quieren ser como Jeremías, el profeta llorón. En el libro de Jeremías, encontramos a un varón de Dios que supo revelar su corazón más que cualquiera de los otros profetas. En el devocional de ayer vimos que se le identificaba con ese apelativo, llorón. ¿Por qué era llamado así? Veamos algunas razones:
Era llorón porque le dolía la condición de su pueblo. “¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!” Jeremías 9:1.
Era llorón porque le dolía la terquedad de su nación. “En secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia; y llorando amargamente se desharán mis ojos en lágrimas, porque el rebaño de Jehová fue hecho cautivo.” Jeremías 13:17
Era llorón porque era inseguro y tímido. “Y yo dije: ¡Ah! ¡ah!, ¡Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.” Jeremías 1:6
Era llorón porque se sentía solo, se le ordenó no casarse. “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: No tomarás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar.” Jeremías 16:2
Era llorón porque fue perseguido, rechazado, ridiculizado, golpeado y acusado falsamente. “Y dijeron: Venid y maquinemos contra Jeremías; porque la ley no faltará al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta. Venid e hirámoslo de lengua, y no atendamos a ninguna de sus palabras.”
Era llorón porque fue objeto de burlas. “Cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí.” Jeremías 20:13
Era llorón porque fue acusado de traidor, fue bajado a una cisterna, fue el hazmereir de todos y llevado contra su voluntad por sus propios compatriotas a Egipto. Jeremías 26:1-24; 37:11-38; 38:4; 43:1-7
El profeta Jeremías fue un siervo que realmente sufrió, derramó muchas lágrimas durante su ministerio y por eso nos dejó un ejemplo de sacrificio, entrega, valentía y perseverancia, él no fue un mediocre llorón que se la pasó sufriendo y gimiendo como fracasado, más bien fue uno de los hombres más nobles y tiernos de toda la historia y su libro de profecías es uno que todo el mundo debería leer. No hubo ningún hombre que revele una semejanza de corazón más verdadera a Jesús mismo, que Jeremías.
Jeremías fue un siervo dedicado a la misión, sinceramente preocupado por sus semejantes, dispuesto a sacrificarse, humilde hasta el sacrificio, completamente fiel a pesar de la ingratitud de todos a los que atendía con devoción.
Este maravilloso libro debe ser leído por todos los obreros cristianos que sienten que ya no pueden continuar por la decepción, incomprensión, desprecio e incluso ataques de otros creyentes. El libro de Jeremías ha sido desde mi adolescencia y juventud un oasis al que he acudido cuando mi alma parecía un desierto, y maravillosamente me ha regalado vida, fuerzas y aliento para seguir perseverando casi toda mi vida en el ministerio.
Conocer a Jeremías con ese carácter dulce, emotivo y paciente, tan diferente al concepto que tenemos de un hombre firme y maduro, puede ayudarte para que no creas que si eres un poco más vulnerable que otros no eres apto para la misión. A este joven y tierno muchacho el Señor le dijo: “Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro”
Ciertamente, Jeremías no se sentía como una ciudad fortificada ni como una columna de hierro al principio. No obstante, las palabras de Dios eran verdad, y Jeremías necesitaba creerlo y actuar en base a esa promesa. Cuando Dios llama, lo hace conociendo tu personalidad, no importa cuán débil te sientas. Dios se encargará de convertirte en un valiente en el Reino de Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales









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