Corazón dado al mal
- IB La Molina

- 10 ago 2021
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 25 ago 2021
“El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los cuernos de sus altares. Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto. Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿Quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.” Jeremías 17:1,5-10

Cuando leo la primera frase del capítulo diecisiete me sorprende la manera como es caracterizado Judá, esta nación se identificaba como una ciudad dada al mal, por eso sus actos no eran simples hechos fortuitos, todo lo que hacían era lo que salía de su corazón, la maldad estaba impregnada en sus almas.
Tanta era la abundancia de sus pecados que parecía que esos corazones tenían grabado todo tipo de maldad, como si hubieran sido tallados con un cincel de hierro, y con punta de diamante. Hasta el servicio religioso que ofrecían estaba profundamente marcado con el pecado, este ejemplo nos muestra que era imposible ver algo bueno en Judá.
No puedo entender como la nación amada por Dios pudo convertirse en un pueblo tan malvado, lo que pasa es que cuando pensamos en los niveles de maldad, solemos imaginar a los asesinos, violadores, traficantes de drogas, sicarios, corruptos y ladrones, todos ellos personas con apariencia evidentes de ser psicópatas dados al mal. Pero no todos los dados al mal evidencia esta apariencia que muchas veces es creada por la ficción, no hay que olvidar que la maldad empieza cuando se pierde el temor a Dios. Judá perdió el temor y reverencia a Dios, se volvió un pueblo manipulador, mentiroso, religioso, hipócrita, vanidoso y autosuficiente y todo eso endureció su corazón, la maldad fue tallada en su rebelde corazón.
“Yo, el Dios de Israel, declaro: ¡Maldito quien confía en los demás! ¡Maldito quien confía en sí mismo! ¡Maldito quien se aleja de mí! Son como las espinas del desierto, que nunca disfrutarán del agua, pues viven en tierras áridas, donde nada crece.” Jeremías 17:5
Judá se maldijo a sí mismo cuando dejó de lado al Señor. La confianza de ellos creció tanto que llegaron a pensar que cual pueblo elegido sería tratado con los mayores privilegios y nada malo les ocurriría, esta falsa confianza les hizo olvidar las advertencias de Dios, no quisieron escuchar nada que los distraiga de sus egos inflados, despreciaron la doctrina, cerraron sus oídos con orgullo y se apoyaron en sus propias defensas, todo lo que tenía autoridad y revelación divina era rechazado, ellos sólo confiaban en sí mismos.
“Son como los arbustos raquíticos del desierto, sin esperanza para el futuro. Vivirán en lugares desolados, en tierra despoblada y salada.” Jeremías 17: 6
Los árboles del desierto no son ramas secas, más bien son arbustos que tienen raíces y parece que tienen vida, Jeremías tomó esta figura para presentarnos a los que confían solamente en sus propias fuerzas, mientras que el éxito, como dicen, les sonríe; se creen felices, prósperos y bendecidos, por eso se endurecen en sus propios egos y rechazan toda instrucción de la Palabra de Dios y, como si estuvieran libres de la autoridad de Dios, rechazaron a todos sus profetas. Por eso Jeremías les dijo que eran como arbustos, que en verdad tienen raíces y hojas, pero no frutos, por eso se secan cuando llega el calor. En cambio:
“Pero benditos son los que confían en el Señor y han hecho que el Señor sea su esperanza y confianza. Son como árboles plantados junto a la ribera de un río con raíces que se hunden en las aguas. A esos árboles no les afecta el calor ni temen los largos meses de sequía. Sus hojas están siempre verdes y nunca dejan de producir fruto.” Jeremías 17: 7-8
Jeremías no se quedó con la exhortación, él como buen profeta que amaba a esa nación dura y obstinada, agregó la segunda parte del sermón, primero denunció el pecado, pero siguió con una invitación para que ellos vuelvan a Dios. Después de haber dicho que malditos son todos los que confían en los hombres, agregó: “Bienaventurado el hombre que confía en Jehová”
Mi hermano amado, es algo imperdonable llegar a pensar que todo lo que tienes es por tu puro esfuerzo, logros alcanzados por tus capacidades y talentos, es un pecado rechazar la gracia de Dios que nos es ofrecida diariamente, todo lo que somos y tenemos le pertenece a Dios. Judá pecó por ser ingrato, orgulloso y duro de corazón, por eso se volvieron malvados y malditos. ¡Que tales advertencias para nosotros!
“El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es? Pero yo, el Señor, investigo todos los corazones y examino las intenciones secretas. A todos les doy la debida recompensa, según lo merecen sus acciones”. Jeremías 17:9-10
El corazón engañoso de Judá los guió por el mal camino, ellos ni oyeron, ni inclinaron su oído, antes se fueron cada uno tras la imaginación de su malvado corazón. Nuestros corazones constantemente nos engañan, presentándonos la idea de que la felicidad está en cumplir los deseos de nuestro corazón. Lo que deseamos es muchas veces lo que no necesitamos. El consejo de “déjate guiar por tu corazón” falla porque el corazón es más engañoso, que todas las cosas.
Pero no sólo es mentiroso, también es perverso. El sentido del hebreo para perverso se refiere a una mente enferma, una condición sin la gracia de Dios, y algo corrupto, desesperadamente enfermo. ¿Quién lo conocerá? El engaño y la perversidad del corazón están tan avanzados en el alma del pecador que incluso el mismo individuo no se da cuenta de la maldad que lo está dominando. Por eso Dios dice que él sí conoce y escudriña la mente y prueba el corazón.
Tantas enseñanzas tiene este hermoso capítulo, te animo a abrir tu Biblia leer cada verso y esperar que Dios abra tu entendimiento para que seas lleno de la verdad divina.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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