"De rodillas, florecen árboles y se levantan columnas”
- IB La Molina
- 1 oct
- 4 Min. de lectura
“Que nuestros hijos, en su juventud, crezcan como plantas frondosas; que sean nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar un palacio.” Salmo 144:12\

Aprendí a orar escuchando el testimonio de mi abuela, una mujer sencilla pero de rodillas firmes, que clamó al Señor para que su única hija creciera como una mujer de fe. Esa herencia llegó a mi madre, quien levantó la voz en oración por cada uno de sus once hijos, pidiendo que fuéramos como plantas frondosas y columnas esculpidas en el Reino de Dios. Hoy yo continúo esa cadena de fe. No puedo decir que mi familia sea perfecta, pero sí puedo afirmar que la oración ha sido nuestro sostén generación tras generación. Por eso, mientras tenga vida, seguiré orando por mis hijas, mis nietos y mis hijos espirituales, hasta el día en que descanse en los brazos de mi Dios.
Toda madre anhela lo mejor para sus hijos: que crezcan fuertes, que sean firmes, que no se aparten de Dios y que sus vidas tengan propósito. El salmista David nos regala en este pasaje dos imágenes bellísimas que expresan ese anhelo: los hijos como plantas frondosas y las hijas como columnas esculpidas. Pero más que un ideal poético, es una promesa espiritual para las madres que oran e interceden. Aquí encontramos un retrato del poder de la maternidad intercesora.
“Que nuestros hijos sean como árboles fuertes en su juventud.”
Cuando el salmista escribió estas palabras poéticas, quiso decir que los hijos sean como árboles fuertes con raíces profundas que lo sostienen, su follaje sea fresco y lleno de vida para dar sombra y descanso, y también fructífero porque multiplica lo que recibe de Dios. Esta debe ser la oración que alcemos todos los días, que nuestros hijos sean firmes en su fe, con un testimonio que traiga descanso y solaz a otros, y dando fruto agradable a Dios. Podemos imaginarnos regando la vida de nuestros hijos con muchas oraciones de fe. Porque la oración de una madre es como el agua que riega el corazón de sus hijos. El mundo puede traer sequedad, pero la intercesión al Dios Padre, mantiene su vida verde en medio del desierto.
Pero el salmista también menciona su pedido a Dios en cuanto a las hijas mujeres y dice:
“Que nuestras hijas sean como columnas labradas que adornan un palacio.”
Imaginen las majestuosas columnas que sostenían el templo de Salomón: firmes, inamovibles y seguras en su propósito de dar soporte al edificio. Pero aunque su función principal era sostener, no por eso dejaron de ser talladas con arte, embellecidas con esmero y convertidas en una obra admirable, estables y bien afirmadas. Así deseamos ver a nuestras hijas: como mujeres de gracia y firmeza, capaces de sostener sus hogares, la iglesia y la sociedad, siendo ornamento en el palacio del Rey. Hermanas amadas la oración de una madre es el cincel de Dios que esculpe el carácter y la sabiduría de sus hijas. Cada clamor, cada lágrima, cada súplica forma en ellas la belleza interior que ningún adorno terrenal puede dar.
He adoptado estos versos del salmista y los he convertido en mi clamor diario, porque no solo tengo hijas biológicas, también tengo hijas e hijos espirituales y creo con todo mi corazón que cuando una madre ora, está cultivando un jardín y levantando un palacio espiritual al mismo tiempo: Con tus oraciones puedes regar la semilla de fe en los hijos varones y con tus lágrimas ayudas a esculpir columnas firmes en las mujeres de tu familia y nación. Con perseverancia abres camino para que las nuevas generaciones no se aparten de Dios.
No subestimemos el poder de nuestras oraciones. Dios escucha la voz de una madre que clama, y su respuesta se manifiesta en generaciones transformadas.
Oremos: “Señor, gracias por darme el privilegio de ser madre. Hoy pongo en tus manos la vida de mis hijos e hijas. Hazlos crecer como plantas frondosas, con raíces firmes en Ti, que den fruto a su tiempo y sean de bendición a muchos. Forma a mis hijas como columnas esculpidas, con gracia, firmeza y sabiduría, para que sean ornamento en Tu templo y sostén en sus hogares. Ayúdame a ser fiel en mi ministerio de oración, sabiendo que mi clamor es el riego y el cincel con que Tú trabajas sus vidas. En el nombre de Jesús, amén.”
No te canses de regar y cincelar en oración. Dios está formando en tus hijos y en tus hijas una generación fuerte, firme y hermosa que dará gloria a su nombre.
Con amor
Martha Vilchez de Bardales
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