¿En qué ayuda la preocupación?
- IB La Molina

- 22 abr 2021
- 3 Min. de lectura
“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos." Amén. 1 Pedro 5: 7-11

La situación actual nos tiene preocupados, pero si esta preocupación se vuelve cada vez más fuerte, dominante y repetitiva, existe el peligro de convertirte en una persona obsesiva, con pensamientos negativos, una fe débil y con ideas que las cosas podrían salir mal y peor.
Como creyentes en Dios, no significa que dejemos de preocuparnos, pero debemos tener algo bien en claro: Lo que nos preocupa debe ser entregado a Cristo.
“Descarguen en él todas sus angustias, porque él tiene cuidado de ustedes.”
“Así que pongan sus preocupaciones en las manos de Dios, pues él tiene cuidado de ustedes.”
“Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes.”
“Dejen en las manos de Dios todas sus preocupaciones, porque él cuida de ustedes.”
Las preocupaciones son inevitables, es una medida de autoprotección, pero si éstas te quitan el sueño y la confianza en Dios, fe ya no son motivo para ser perfeccionado, sino más bien, las preocupaciones te pueden alejar de Dios.
La palabra “Echa” es una palabra fuerte, Pedro nos dice “avienta esa preocupación”, “arroja fuera esa carga”, “Lanza y expulsa esa molestia”. Esto es un descubrimiento para mí, porque cuando pensaba en “echar” me imaginé acostar algo suavemente sobre una cama, y es más bien lo contrario. Pedro no dice: “acuesta toda vuestra ansiedad sobre Él,” Sino "échala con energía": ¡Aviéntala lejos de ti!
Este trabajo de echar puede llegar a ser tan difícil que necesitaremos usar las dos manos: La mano de oración y la mano de fe. La oración le dice a Dios cuál es la preocupación, y le pide ayuda a Dios, mientras que la fe cree que Dios puede hacerlo y que lo hará. La oración envía la carta con el problema y la aflicción ante el Señor, y después la fe exclama, ¡yo creo que Dios cuida de mí; Yo creo en que Él me sacará de esta angustia!
Cuando las preocupaciones de nuestro corazón muestran nuestro amor por los demás o nos ponen de rodillas para orar, son preocupaciones benditas, 2 Corintios 11:28. Pero cuando nuestras preocupaciones nos angustian hasta enfermarnos y molestan hasta deprimirnos, debilitan nuestra confianza en el Señor. Así como la duda y el miedo, puede llevarnos al Padre y unirnos más con él, también pueden alejarte de Dios si cavilas y piensas día y noche en todo lo malo.
Jesús mismo enseñó a sus discípulos a no preocuparse: “No temas a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma. Temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno, Mateo 10:28. Jesús quiere que le dejemos esa preocupación sobre sí mismo.
De niña aprendí una canción que decía: Dios cuida de mi, Dios cuida de mi, en sombras y en pruebas, Dios cuida de mi. Te dedico este corito, ponle tú la melodía que salga de tu corazón y sentirás que Dios se lleva toda preocupación.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales









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