La Palabra de Dios no está encarcelada
- IB La Molina

- 16 sept 2021
- 3 Min. de lectura
“El profeta Jeremías estaba preso en el patio de la cárcel que estaba en la casa del rey de Judá. Porque Sedequías rey de Judá lo había puesto preso, diciendo: ¿Por qué profetizas tú diciendo: Así ha dicho Jehová: He aquí yo entrego esta ciudad en mano del rey de Babilonia, y la tomará. Jeremías 32: 2-3.

Una vez leí una nota en una revista evangélica que daba las razones porque a algunos creyentes no les gusta la prédica de sus pastores. El título del artículo decía más o menos: “Tres cosas que a la gente no le gusta de tus prédicas”.
Esta nota estaba basada en una investigación sobre los sermones que más aburrían y fastidiaban a la congregación, y por ejemplo decía que un sermón era pesado cuando se extendía demasiado, es decir, que amados pastores, se supone que con treinta y cinco minutos ya tienes tiempo de sobra para hablar, más de esto es aburrido y monótono para algunos miembros de tu congregación (según el artículo).
Este documento decía también que se hacía pesado el sermón si se basaba en exhortaciones y advertencias sobre la tibieza del cristiano, entonces el público entrevistado decía: ¿Por qué tiene que exigir tanto el pastor? ¿acaso no es suficiente que estoy sentado mirándolo por cuarenta minutos para que encima me ponga como ejemplo de un cristiano poco comprometido y religioso? A este argumento yo le preguntaría: ¿Quién le dijo a este creyente que el pastor se dirigía exclusivamente a él?
Finalmente el tercer punto de un sermón impopular según esta nota, era una prédica sobre las "Buenas Nuevas". Definitivamente para estas personas el peor sermón es el que exige nacer de nuevo. Nuevamente los entrevistados dijeron: ¿por qué me pide cambios el pastor? "Yo no soy mala persona", cumplo con mis ofrendas, y trato de asistir cada semana, entonces ¿Por qué quiere que “Me niegue a mí mismo y lleve la cruz?” ¡Encima me pide que haga morir mis conductas terrenales", ¿Tener la mente de Cristo?, ¡Esto es demasiado! Este artículo quería darle consejos al pastor de las cosas que debe evitar en el púlpito, pero definitivamente si agradar a la gente significa no obedecer a Cristo, no le haré caso aunque eso signifique perder simpatía.
Si el pastor se dedica a buscar un sermón empático que agrade a todos quizá tendrá que convertir a su iglesia en un “club de patas” donde sólo se reúnen para pasarla bien y ser halagados, pero Jeremías nos da un ejemplo de la importancia de dar el mensaje divino tal como vino de la Palabra de Dios, aunque no sea tan popular como la nación elegida exigía.
A Jeremías le hicieron de todo, él quería cumplir con la misión encomendada por Dios, pero por dar profecías ceñidas a la voz de Dios, lo golpearon, calumniaron, y en esta parte lo encerraron en la cárcel. Pero él aunque estaba encerrado en esa mazmorra, no se calló.
La Palabra de Dios no está atada, y por eso Jeremías aunque pudo quedarse callado por estar amedrentado y atado de manos y pies, no renunció a su oficio de profeta.
La voluntad de Dios y su Palabra no pueden ser impedidas por nadie ni por nada. Por mucho que el mundo se enfurezca contra todos sus ministros, y los ate para silenciarlos: los verdaderos soldados de Cristo no se callan, un ministro del Señor se vuelve invencible cuando el Espíritu Santo lo toma, la autoridad recibida lo hace valiente y por eso puede hablar o escribir, no importa el peligro, los dardos del enemigo o la plaga que azote.
Jeremías cumplió con dar la palabra exacta a su nación, y en este tiempo los llamados de Jesucristo deben seguir adelante con la misión encomendada, no importa que no sea halagüeña, carismática o pertinente a los gustos del público, lo importante es que el evangelio sea predicado. Gracias por seguir orando por mi hijita Deborah Martha Jael.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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