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Loco por el poder

  • Foto del escritor: IB La Molina
    IB La Molina
  • 10 jun 2021
  • 4 Min. de lectura

“Su Majestad recibirá nuevamente el reino, cuando haya reconocido que el verdadero reino es el del cielo. Por lo tanto, yo le ruego a Su Majestad aceptar el consejo que le voy a dar: Renuncie usted a sus pecados y actúe con justicia; renuncie a su maldad y sea bondadoso con los oprimidos. Tal vez entonces su prosperidad vuelva a ser la de antes.” Daniel 4:26-27


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Nabucodonosor fue uno de los gobernantes más famoso de las naciones gentiles, pero a pesar de su gran poder, este se hizo nada delante de Dios, por eso es un ejemplo de la obra de humillación que Dios hace con una persona que se llena de soberbia. Nabucodonosor es un ejemplo de los que se vuelven locos por el poder.


Nabucodonosor había hecho de Babilonia una ciudad floreciente, dice la historia que adornó su capital magníficamente con los botines de guerra que había capturado en cada invasión. Sus obras fueron incontables: Se mejoraron los templos, se reconstruyeron las ciudades y se erigieron muchas murallas. Se construyó un segundo palacio, anexo al antiguo. Hizo también pasarelas elevadas y jardines colgantes. Quería que su esposa se sintiera como en casa, así que los hizo parecer montañas, plantadas con todo tipo de árboles. Estos jardines colgantes de Semiramis fueron una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.


Nabucodonosor estaba en su apogeo, hasta que un día tuvo una pesadilla, se despertó completamente asustado y vulnerable, entonces hizo llamar a todos sus sabios para que interpretaran su sueño, pero ellos no pudieron descifrar nada porque estas revelaciones sólo pueden ser entendidas por los siervos de Dios y no por adivinos.


El propio Nabucodonosor dio testimonio de su sueño en este capítulo:

“Cuando llegaron los magos, hechiceros, astrólogos y adivinos, les conté mi sueño, pero no me lo pudieron interpretar. Finalmente Daniel, que en honor a mi dios también se llama Beltsasar, se presentó ante mí y le conté mi sueño, pues en él reposa el espíritu de los santos dioses.”


Me pregunto, ¿Por qué el rey no llamó a Daniel primero? ¿Por qué no mencionó al Dios de Daniel en su testimonio? ¿Por qué hizo esa referencia más general a los "dioses"?


Las respuestas son que Nabucodonosor estaba en la cima del éxito, su orgullo y arrogancia lo habían elevado hasta hacerlo sentir divino, su ego estaba hinchado y por eso no le permitieron convocar primero al que antes había reconocido como único y verdadero. Si llamaba primero a Daniel, era reconocer delante de sus sabios que su religión no servía, ¿Cómo podría retener su orgullo si admitía la inutilidad de su propia religión? ¿Cómo podría conservar su imagen y honra, alabando al Dios de una de las naciones que le estaban sujetas? Nabucodonosor estaba tan apasionado con su propio poder que se pensó invencible, pero somos nada sin Dios. El orgullo de Nabucodonosor fue su castigo.


El orgullo es un impedimento para hacer el bien, el orgullo es un estorbo que rompe relaciones amistosas, es cizaña que provoca malicia, es veneno que provoca terquedad.

Nabucodonosor no obtuvo respuesta de sus sabios así que le contó el sueño a Daniel, la primera parte era bonita, un hermoso e inmenso árbol, de altura impresionante, tenía un hermoso follaje y abundantes frutos; ¡todo el mundo hallaba en él su alimento! Hasta las bestias salvajes venían a refugiarse bajo su sombra, y en sus ramas anidaban las aves del cielo. ¡Ese árbol alimentaba a todos los animales! Pero la segunda parte del sueño llenó al rey de terror, me lo imagino contándole a Daniel esta parte con lágrimas en los ojos. Nabucodonosor llegó a escuchar una voz en su sueño que con voz de autoridad dijo: ¡Derriba el árbol y córtale las ramas; arráncale las hojas y esparce los frutos! ¡Haz que las bestias huyan de su sombra, y que las aves abandonen sus nidos! ¡Esa voz seguía retumbando en sus oídos!


"Deja que su mente humana se trastorne y se vuelva como la de un animal, hasta que hayan transcurrido siete años. Los santos mensajeros han anunciado la decisión, es decir, el veredicto, para que todos los vivientes reconozcan que el Dios Altísimo es el Soberano de todos los reinos humanos, y que se los entrega a quien él quiere, y hasta pone sobre ellos al más humilde de los hombres”.


Nabucodonosor tenía razón para estar espantado, sentía que el sueño tenía que ver con él, todos los que son orgullosos saben en el fondo que su fin llegará un día, tarde o temprano. Daniel tuvo pena porque entendió esa revelación, pero, no le ocultó nada al rey, le dijo tal cual Dios le mostró el significado del sueño:


“La interpretación del sueño, y el decreto que el Altísimo ha emitido contra Su Majestad, es como sigue: Usted será apartado de la gente y habitará con los animales salvajes; comerá pasto como el ganado, y se empapará con el rocío del cielo. Siete años pasarán hasta que Su Majestad reconozca que el Altísimo es el Soberano de todos los reinos del mundo, y que se los entrega a quien él quiere.”


Nabucodonosor pensó que su reino era para levantar su fama, miró su reino en términos de demostrar su propio poder y gloria, no en términos del propósito para el cual Dios lo había ordenado. Nabucodonosor usaba su poder para oprimir a sus adversarios y eso trajo la peor consecuencia, sería cortado y su tocón anillado por un período de siete años. Esa sería la disciplina revelada en un sueño.


Pero el castigo que el rey recibiría no sería para siempre, sino resultaría en liberación y restauración cuando él reconozca que es un siervo indigno de Dios.

Tantas veces Nabucodonosor tuvo la oportunidad de reconocer al Verdadero Dios, pero era demasiado orgulloso, emocional, histérico, obsesivo y egocéntrico. El orgullo es una de las cosas que Dios no puede aceptar. Que pena que Nabucodonosor no hizo caso del sueño y terminó como loco, comiendo entre animales.


Que Dios nos ayude a ser humildes porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes.


Con amor


Martha Vílchez de Bardales


 
 
 

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