Mas valiosa que el oro
- IB La Molina
- hace 1 día
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“Tu fidelidad se extiende a cada generación, y perdura igual que la tierra que creaste. Tus ordenanzas siguen siendo verdad hasta el día de hoy, porque todo está al servicio de tus planes.Tú eres mi refugio y mi escudo; tu palabra es la fuente de mi esperanza. De verdad, amo tus mandatos más que el oro, incluso que el oro más fino”. Salmos 119:79-80, 90-91, 114, 120, 125, 127 (NTV)

El salmista nos recuerda en estos versos que la Palabra de Dios no es una carga, sino un refugio, un escudo y la fuente de nuestra esperanza. Por eso al meditar en el Salmo 119 recuerdo que la Palabra de Dios no es una obligación, sino mi refugio y la herencia más valiosa que puedo transmitir, estos versos reflejan lo que cada cristiano debe aspirar cada día: vivir en obediencia a Dios y descansar en sus promesas.
Nací en un hogar pastoral, soy la novena de once hermanos, recuerdo que lo cotidiano era leer la Biblia, orar juntos y congregarnos cada semana. Esa disciplina se convirtió en un tesoro para mí, porque entendí desde temprano que la Palabra no solo informa: transforma el día a día y cambia la manera de pensar.
Hoy, como esposa de pastor, mi mayor responsabilidad sigue siendo la misma: obedecer a Dios, alimentarme de su Palabra y transmitir esta herencia espiritual a mi familia y a la iglesia que servimos.
Sé que esta costumbre no es fácil. Porque quienes no han crecido con esta práctica pueden sentir que la lectura bíblica es difícil de sostener con todas las responsabilidades diarias. Pero este salmo me recuerda que la fidelidad de Dios se mantiene generación tras generación si también cumplimos con ser fieles al buscar oír la voz de Dios diariamente. Si buscamos obedecer, aunque sea un paso a la vez, descubriremos que su Palabra es un refugio seguro y una fuente inagotable de esperanza.
El salmista llega a declarar:
“De verdad, amo tus mandatos más que el oro, incluso que el oro más fino” (v.127).
Estas palabras me confrontan y a la vez me inspiran: ¿amo yo la Palabra con esa misma pasión? ¿Le doy realmente ese valor supremo por encima de todo lo demás? Si alguien me preguntara cuál es mi mayor tesoro, quizás respondería rápidamente que es mi familia, mi iglesia o el ministerio. Y en verdad lo son, porque los valoro profundamente. Pero he comprendido que para que esos tesoros tan preciosos sean guardados y bendecidos, Dios debe ocupar siempre el primer lugar en mi corazón.
Muchos cristianos pierden el rumbo porque, al creer que lo primero es su familia, descuidan lo más importante: darle la prioridad a Dios. No se congregan porque sus seres queridos “necesitan tiempo de calidad”, no leen ni meditan la Palabra porque deben trabajar para proveer, y no oran ni obedecen porque buscan guía en otras fuentes que no son Dios.
Hoy quiero animarte a poner a Dios primero en tu vida. Haz de Su Palabra tu prioridad diaria: no como una carga, sino como un tesoro que te guía, te protege y te fortalece. Solo cuando lo ponemos a Él en primer lugar, meditamos y obedecemos Su Palabra, descubrimos la grandeza de Sus promesas eternas.
Oremos: Señor, gracias por dejarme tu Palabra como un regalo eterno. Ayúdame a obedecerla con gozo y a transmitirla con fidelidad. Que mi amor por ella crezca cada día más y que sea un refugio constante en mi caminar contigo. Amén.
Con amor
Martha Vilchez de Bardales
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