Masah y Meriba
- IB La Molina
- 30 oct
- 4 Min. de lectura
“Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos agua para que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová? Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán”. Éxodo 17:2-4

Ya en mi amado Perú, con mi Biblia en la mano, Dios me mostró cuán necio puede ser el corazón humano cuando hay ingratitud y falta de fe. Israel acababa de salir de Egipto y caminaba por el desierto rumbo a la tierra prometida. Dios ya les había provisto maná, pero ahora enfrentaban la falta de agua, una necesidad básica. En lugar de orar o confiar, el pueblo discutió con Moisés y puso a prueba a Dios, dudando de su presencia.Cuando estaba en el extranjero, me enteré de la actitud violenta de algunos manifestantes en Lima, que provocaron destrozos y hasta la muerte de un joven. No pude evitar imaginar a aquella multitud iracunda y compararla con este episodio bíblico de incredulidad y falta de memoria espiritual. El pueblo de Dios había visto los milagros de Egipto, el mar Rojo abierto ante sus ojos, y aun así se atrevieron a preguntar: “¿Está Jehová entre nosotros o no?”. Así es el corazón humano: fácilmente olvidamos la fidelidad de Dios cuando enfrentamos una nueva crisis. Creo que Moisés debió sentirse desesperado, tuvo que enfrentar a un grupo de manifestantes tan alterado que parecían dispuestos a apedrearlo, pero en lugar de responder con enojo o desesperación, clamó a Dios. Esta es la diferencia entre un líder carnal y uno espiritual: Moisés no peleó con el pueblo, sino que llevó el problema al Señor. Quisiera recalcar dos enseñanzas que me exhortan de forma personal y las comparto porque espero que te bendigan también:
Primera enseñanza: La respuesta de Dios, nuestro Señor, lleno de misericordia, no los castigó, sino que les dio agua milagrosamente de una roca. Le ordenó a Moisés golpear la peña con la vara, símbolo del poder divino, y de allí brotó agua.
Y la segunda enseñanza es que Moisés le puso dos nombres al lugar donde ocurrió el suceso: Massah que significa “prueba” o “tentación”. Meriba que significa “rencilla”, “pleito” o “contienda”.
Moises quiso dejar una memoria permanente del comportamiento del pueblo y de la enseñanza espiritual que allí se recibió. Quiso que las futuras generaciones recordaran lo que pasó allí cada vez que oyeran el nombre del sitio. Masah y Meriba se convirtieron en símbolos de la incredulidad y la dureza del corazón del pueblo de Dios. Es que el problema no era la falta de agua, sino la falta de fe: a pesar de haber visto milagros (las plagas, el mar Rojo, el maná), el pueblo todavía dudaba y se preguntaba: “¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?” Y esa pregunta revela una crisis espiritual profunda: Ellos dudaron de la presencia de Dios, ignoraron su fidelidad pasada, y se dejaron llevar por sus emociones y necesidades momentáneas. Queridos hermanos, Masah y Meriba son advertencias para nosotros porque cada vez que dudamos del amor o la presencia de Dios en medio de nuestras pruebas, estamos repitiendo el error de Israel. Dios no se complace en la murmuración, sino en la confianza obediente, incluso cuando no vemos aún la provisión.
“¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová?” Tentar a Dios no siempre es desafiarlo abiertamente; a veces sucede cuando dudamos de Su presencia después de haberla experimentado, cuando el temor o la preocupación ocupan el lugar de la fe. Es una forma de decirle al Señor: “¿Está realmente conmigo o me ha dejado sola?”
Yo misma reconozco que, aunque no he reclamado a Dios con mis palabras, sí lo he tentado al preocuparme y dejar que el miedo me robe la paz. En esos momentos, he fallado en confiar plenamente en Él. Y al meditar en este pasaje, siento que debo pedirle perdón, porque tentar a Jehová no siempre se trata de palabras rebeldes, sino de un corazón que duda de Su amor y cuidado.
El Señor, sin embargo, es paciente. A pesar de la incredulidad del pueblo, hizo brotar agua de la roca. Así también hoy, cuando venimos a Él con sinceridad, Su misericordia vuelve a fluir. Dios no nos reprende para alejarnos, sino para recordarnos que sigue estando presente en medio del desierto. Él está entre nosotros. Aunque la necesidad sea grande, aunque el corazón tiemble, Su fidelidad permanece.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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