Mensaje especial para las casadas
- IB La Molina

- 22 sept
- 2 Min. de lectura
“Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” Efesios 4:2–3

En enero de este año, Miguel y yo cumplimos 38 años de casados. Quiero empezar este devocional con este recuerdo porque en nuestro recorrido matrimonial no puedo decir que todo fue perfecto. Cuando estudiábamos en el Seminario Bautista, donde nos conocimos siete años antes de casarnos, muchos amigos y profesores nos miraban con fe, pero también con un toque de romanticismo. Al provenir de familias pastorales, había mucha expectativa puesta en nosotros.
Pero los más ilusionados éramos nosotros mismos: tan jóvenes y tan convencidos de que todo nos saldría bien. Con el tiempo aprendimos que el matrimonio no se sostiene en ilusiones románticas ni en expectativas irreales, sino en un amor que madura con la ayuda de Dios.
Hoy, como madre, abuela y consejera de muchas jóvenes parejas, comparto este testimonio porque sé que muchos conflictos nacen cuando esperamos que el cónyuge sea quien nos haga felices, en lugar de buscar juntos agradar a Cristo y crecer en unidad. La paciencia, la humildad y el perdón son los ingredientes que la Palabra nos da para mantener un hogar sólido.
Cuando dejamos que el resentimiento gobierne, el testimonio se quiebra, no solo entre los esposos, sino también delante de los hijos. En nuestros momentos más difíciles, Miguel y yo descubrimos que solo cuando permitimos a Dios quitarnos las vendas de los ojos y reconocimos nuestra propia responsabilidad en el daño que nos hacíamos, pudimos vernos con nuevos ojos. Dios nos enseñó a perdonarnos y a amarnos más profundamente.
Hoy el Señor nos invita a revisar nuestras expectativas y preguntarnos: ¿Estoy edificando mi matrimonio sobre la verdad de la Palabra o sobre ilusiones humanas? El amor verdadero no se rinde: se fortalece, madura y permanece en Cristo.
“El amor nunca deja de ser.” 1 Corintios 13:8
Después de 45 años de conocer y amar a Miguel, reconozco la paciencia divina que recibió de lo Alto para comprenderme, cuidarme y no rendirse. Y creo que, si le preguntaran a él, les diría lo mismo.
Amados matrimonios, si reconocen que sus expectativas aún les provocan frustración y deseos de terminar su relación, les animo a orar y permitir que Dios los haga recordar la promesa que hicieron delante del altar.
Pueden orar así:
"Señor, enséñame a amar con humildad y paciencia. Ayúdame a ver a mi pareja con tus ojos y a ser instrumento de paz en mi hogar. Que nuestra relación sea un testimonio de tu gracia delante de nuestros hijos y de quienes nos rodean. Fortalece nuestro amor, Señor, para que madure cada día en Ti. Amén."
Con amor
Martha Vilchez de Bardales









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