No retengas ninguna palabra
- IB La Molina

- 3 sept 2021
- 4 Min. de lectura
“Así ha dicho Jehová: Ponte en el atrio de la casa de Jehová, y habla a todas las ciudades de Judá, que vienen para adorar en la casa de Jehová, todas las palabras que yo te mandé hablarles; no retengas palabra. Quizá oigan, y se vuelvan cada uno de su mal camino, y me arrepentiré yo del mal que pienso hacerles por la maldad de sus obras.” Jeremías 26:1-2

Por favor no olvides leer todo el capítulo para una mejor comprensión del devocional.
Nuevamente vemos a Jeremías dando un sermón sobre el arrepentimiento, esta práctica constituye la base de nuestra vida cristiana, sin confesión y arrepentimiento no hay cambios que nos conviertan en verdaderos discípulos.
El Señor le pidió a su profeta que se colocara en el atrio del templo listo a exhortar a todos, incluyendo rey, sacerdotes y príncipes, pero había que decir cada palabra, sin tapar nada, cada palabra de disciplina y juicio aunque sea fuerte tenía que ser declarada por Jeremías, no retener nada, porque el propósito era que oyendo la advertencia, el pueblo reconociera que todo lo que pasaba era consecuencia de su desobediencia, ahora tenían la oportunidad de girar ciento ochenta grados y dejar de ser rebeldes, con el cambio vendría el perdón y restauración.
“Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová: Si no me oyereis para andar en mi ley, la cual puse ante vosotros, para atender a las palabras de mis siervos los profetas, que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis oído, yo pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra. Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehová.”
La Iglesia no son clientes que deben ser halagados como si fueran compradores, la Iglesia necesita ser guiada a imitar a Cristo y por lo tanto el mensaje debe provocar cambios evidentes en el padre, madre, hijos, amigos, obreros, siervos, y todos los miembros por igual. Si nos dedicamos a darles a la congregación solamente lo que ellos quieren (bendiciones y promesas) y nos reservamos o retenemos el llamado al servicio, a la santidad, al ayudar a los necesitados, etc. El resultado será una congregación tibia, y eso fue justamente lo que sucedió con Judá.
Jeremías fue claramente dirigido por el Señor en lo que iba hacer, “párate en el umbral del templo”, como impidiendo que la congregación entre a la Casa de Dios y desde allí les dirás estas cosas. Ahora bien, los judíos pensaron acudir al templo con sus ofrendas como si no fuera necesario ponerse primero a cuentas con el Señor, ellos habían seguido pecando sin temor, pero cual religiosos pensaron que yendo al lugar santo todo iba a continuar siendo igual.
Pero Jeremías empezó el sermón a las afueras y las advertencias fueron tan serias, las reprensiones fueron tan severas, que ellos reaccionaron con ira.
¿¡Qué!? Hemos dejado a nuestras esposas e hijos, y hemos venido aquí para adorar a Dios; hemos dejado de lado toda atención a nuestros propios asuntos y hemos venido aquí, hemos salido de la comodidad de nuestras casas y compramos estas ofrendas ¿Y tú nos cortas el paso? Hemos emprendido un viaje tedioso, hemos traído sacrificios y nos hemos negado en cuanto a nuestro alimento diario, para que Dios sea adorado; y sin embargo, nos insultas severamente, y no oímos de tu boca nada más que terrores; ¿Es esto correcto? ¿Así es como Dios recompensa a sus siervos?
Ellos pensaban que le hacían un favor a Dios y a Jeremías viniendo a la Casa de Dios.
Todos estaban tan molestos que agarraron a Jeremías para matarlo:
“Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que Jehová le había mandado que hablase a todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás. Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros oídos.”
Como saben en el Perú y otros países ya se han empezado a abrir los templos cristianos, la iglesia nuevamente podrá reunirse después de más de un año sin verse, podemos orar que los miembros acudan no como invitados que hacen un favor a Dios, sino como una iglesia que ha pasado la peor prueba con la pandemia y por lo tanto regresa agradecida, viene con acciones de gracias y con corazones dispuestos a adorar, vienen a escuchar a sus pastores para aprender y ser guiados con la vara del Buen Pastor.
Es un privilegio muy grande ser un siervo de Dios, pero este honor obliga a ser responsable en la enseñanza bíblica, prudente para ser una persona dedicada al estudio y la oración, valiente para hablar o escribir lo que Dios habla en su Palabra, fiel para perseverar aunque eso lo haga impopular.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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