No vuelvo atrás
- IB La Molina
- hace 3 horas
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“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” Hebreos 13:8

Cada 31 de octubre, el mundo cristiano evangélico recuerda el Día de la Reforma Protestante, cuando en 1517 Dios usó a un monje llamado Martín Lutero para despertar la fe dormida de la Iglesia. Su convicción fue sencilla pero poderosa: la salvación no se compra ni se gana, se recibe como un regalo de Dios, por la gracia y la fe en Cristo Jesús. Aquel movimiento levantó cinco verdades que hasta hoy siguen siendo faro de nuestra fe:
Sola Scriptura: Solo la Escritura.
Sola Fide: Solo por la fe.
Sola Gratia: Solo por gracia.
Solus Christus: Solo Cristo.
Soli Deo Gloria : Solo a Dios la gloria.
Pero la Reforma no se detuvo en Europa. Esa llama llegó también al Perú, encendida en el corazón de misioneros y pastores valientes que trajeron la Palabra de Dios a un país mayormente católico y muchas veces hostil al mensaje evangélico. Entre ellos recordamos a nombres como: Juan A. Mackay, misionero escocés que amó profundamente al Perú y ayudó a fundar la Iglesia Evangélica Peruana (IEP). Pedro A. Caballero, uno de los primeros pastores peruanos ordenados, hombre de oración y de palabra firme. Francisco Penzotti, colportor italiano que recorrió pueblos vendiendo Biblias a lomo de mula, desafiando persecuciones. Pedro Vilchez Navarro, presidente de la asamblea de la Iglesia Evangélica Peruana, mi padre, que llevó el mensaje de salvación a muchos pueblos y dejó una huella imborrable de fidelidad y servicio. Por eso al celebrar este día debo mencionar a estos héroes de la fe.
Mi padre solía cantar con gozo este corito que resume la fe de aquellos primeros evangelistas:
“He decidido seguir a Cristo/// No vuelvo atrás, no vuelvo atrás. La cruz delante, el mundo atrás/// no vuelvo atrás. Aunque me llamen evangelista, aunque me digan el protestante, yo no me quejo, sigo adelante, no vuelvo atrás, no vuelvo atrás.”
Eran tiempos difíciles. No había templos ni micrófonos, solo Biblia, fe y pasión por Cristo. Pero cada himno, cada visita, cada oración encendió una antorcha que hoy sigue brillando. Gracias a ellos, el Evangelio se predicó en quechua, aimara y español; y miles conocieron la libertad que solo Cristo da. Por eso, este día no es solo para recordar lo que Dios hizo en Europa, sino también para honrar la historia del Evangelio en el Perú, la fe de nuestros padres espirituales, y renovar nuestro compromiso con el mismo mensaje que cambió sus vidas.
Porque Jesucristo no cambia. Su verdad sigue siendo viva. Y nosotros, como ellos, podemos decir con firmeza: “No vuelvo atrás.”
¡Feliz día de la reforma hermanos!
Con amor
Martha Vílchez de Bardales





