Sed de Dios, descanso del alma
- IB La Molina
- hace 2 días
- 3 Min. de lectura
“Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, sedienta y sin agua. En mi lecho me acuerdo de ti; pienso en ti en las vigilias de la noche. A la sombra de tus alas canto de alegría, porque tú eres mi ayuda. Mi alma se aferra a ti; tu mano derecha me sostiene.” Salmo 63

David fue empujado repetidamente a ese desierto en la época de Saúl, por eso los estudios dicen que este salmo fue compuesto por David “cuando estaba en el desierto de Judá”. El desierto de Judá era esa extensión de tierra salvaje que se extendía al este del territorio de la tribu de Judá, también era comúnmente llamado “el desierto de Judea” ( Mateo 3:1).
Se supone entonces que David estaba en este desierto huyendo de Saul cuando escribió este salmo que empieza con una hermosa exclamación: “Oh Dios, tú eres mi Dios”, en el texto original se usan dos palabras distintas para referirse a Dios. La primera, Elohim, que es el nombre general de Dios usado desde Génesis 1:1. Y la segunda, El, que enfatiza la fuerza y el poder.
Para David Dios era la fuente de su fuerza, al hablar de Dios como su Dios, quería decir que Él es Todopoderoso. No se refería a él simplemente como Dios, sin referencia a un atributo en particular; sino que tenía particularmente en mente su poder o su capacidad para liberarlo y salvarlo. Es decir, David no solo hablaba de Dios en general, sino que lo reconocía como el Dios fuerte, poderoso, capaz de defenderlo y salvarlo.
Esta forma tan íntima de llamar a Dios nos muestra cómo era la relación de David con el Señor, decía su nombre y su atributo porque al declarar su carácter se fortalecía a sí mismo. Aquí está la primera lección, podemos orar recordando un atributo particular de su carácter: su poder, amor, misericordia, fidelidad, bondad y paciencia como base de nuestra confianza.
Cuando oro clamo al Señor como Padre mío, porque es así como siento que es mi Pastor Eterno, aquel que siempre me busca cuando me descarrío y como el Padre que extiende los brazos y me conforta cuando tengo miedo.
“Cuando me acuerdo de ti en mi lecho”, dice el verso que tengo subrayado en mi Biblia.
Hoy, lamentablemente, son pocos los que terminan el día con la Palabra de Dios abierta; la mayoría se acuesta con el celular en la mano, revisando redes sociales (TikTok, Instagram, etc). No es de extrañar que por eso muchos sufran de insomnio, ya que en lugar de traer paz a la mente, ese hábito de acurrucarse con el celular, llene el corazón de afán, curiosidad, inquietudes y preocupaciones.
Pero qué diferente es cuando decidimos entregar a Dios nuestros últimos pensamientos antes de dormir. Si recordamos quién es Él, su amor, su misericordia, su bondad y su fidelidad, o como David: Su Fuerza, nuestro corazón se calma, el alma recupera la confianza y podemos dormir en verdadera paz.
Yo misma lo he experimentado: cuando mi mente se llena de ansiedades y no logro descansar, recordar a Dios me devuelve la serenidad. Pensar en su grandeza, en su cuidado constante, su fiel provisión a mi familia e iglesia, y en la seguridad de su amor, me da un reposo que ninguna otra cosa puede ofrecer.
Querido hermano, querida hermana: no termines el día con tus preocupaciones, termínalo con Dios. Haz de Él tu último pensamiento en la noche y descubrirás que también será tu primer gozo al despertar.
Con amor
Martha Vilchez de Bardales
コメント