Sin amor, de nada vale

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” 1 Corintios 13: 1-3

Ningún plan, ningún regalo, ningún acto de beneficencia, ni siquiera el martirio en sí mismo, valen nada si no está hecho con amor.

Los corintios estaban enamorados con los dones espirituales que habían recibido al convertirse y ser llenos del Espíritu Santo. Las damas dejaron de ser las mujeres tranquilas y humildes que escuchaban en silencio y se convirtieron de la noche a la mañana en profetas que no dejaban de levantar sus voces. Los jóvenes, que antes participaban del culto casi por obligación, se volvieron carismáticos apasionados que hablaban en lenguas y cantaban con júbilo causando desorden santo. Y los hombres, que en el pasado llevaban la fe con los ritos tradicionales del judaísmo, se liberaron y ahora cada uno inventaba nuevas revelaciones que casi llegaban al borde de la herejía.

Pablo supo todo lo que estaba ocurriendo en la iglesia, pero esas noticias de carismas y excesos no lo alegraron, porque aunque haya mucha apariencia externa de dones espirituales sin amor, de nada vale.

Así que fue necesario darles un alto o un “estate quieto” para recordarles que los dones sin amor no tienen sentido.

Sin amor, una persona puede decir muchas cosas, hacer muchas cosas, prometer muchas cosas , pero si no hay en esa motivación el amor que viene de Dios, esas promesas son tan insignificantes como metales que resuenan, o címbalos que retiñen. No es nada más que un sonido vacío y sin valor.

Aquel que no tiene el amor de Dios es como un camión vacío yendo violentamente colina abajo: hace un gran ruido, porque no hay nada adentro. Sólo hará daño.

Les doy un ejemplo de la vida real: Se dice que una congregación que no tenía pastor buscó en oración a un maestro de la palabra, por fin llegó el día que la iglesia sintió que Dios les dio el hombre perfecto, este ministro era un maestro en teología con una gran experiencia. Pero antes de contratarlo, querían saber cómo predicaba. El Domingo sería el día del examen pastoral, todos llegaron temprano para escuchar a su posible líder y maestro.

El reverendo se ubicó en su puesto y con Biblia en mano lanzó un furibundo sermón denominado: “Si no os arrepentís todos moriréis igualmente” La congregación se asustó por la posibilidad de acabar en el infierno, así que despidieron al joven postulante para no volverlo a ver nunca más.

La búsqueda del nuevo pastor se detuvo totalmente, parece que la congregación perdió la motivación.

Pero llegó un nuevo pastor y la gente de inmediato lo amó. ¿Qué hizo el nuevo siervo de Dios para ganarse la aprobación de la gente? Alguien le preguntó a uno de los miembros de esa iglesia, ¿Qué predica el nuevo pastor? Entonces este respondió: "Nos dice que somos pecadores y que nos dirigimos al infierno a menos que cambiemos".

El invitado que hizo esta pregunta, volvió a consultar: ¿Pero no fue lo mismo que el otro predicaba? ¿Por qué este les gusta más? La respuesta fue reveladora: “Cuando el primer pastor nos dijo que nos dirigíamos al infierno, parecía que estaba feliz por eso, pero cuando el nuevo pastor lo dice, nos toca el corazón, es que lo dice con amor".

Hoy escucho muchos reclamos y promesas, todos dicen preocuparse por los desvalidos y los que fueron ignorados, pero esos gritos serán latas que hacen bulla que se lleva el viento, porque lo que se hace con rencor, venganza o envidia no trae sino más dolor.

Hermanos todo lo venga a tu mano hacer o decir, hazlo con amor, tal como Cristo lo enseñó, amándonos unos a otros y mostrando así la unidad en el Cuerpo de Cristo.

Con el amor que Cristo me da por ti.

B. Martha Vílchez M. de Bardales