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Sábado de gloria

  • Foto del escritor: IB La Molina
    IB La Molina
  • 3 abr 2021
  • 3 Min. de lectura

"Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue. Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro." Mateo 27: 57-61

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“El coronavirus ha cambiado la manera tradicional de despedirnos de un ser querido.” Este fue el titular de un periódico, ¡cuánta razón tiene!. Se han suspendido los velorios, ya no hay cultos ni misas donde se pueda consolar a los que han sufrido la pérdida de alguien amado. Sólo cinco personas muy cercanas pueden participar del entierro, y si logras entrar al camposanto, debes entrar y salir rápido porque están prohibido incluso los cánticos de esperanza y los abrazos a los dolientes.


El día que Jesús murió, fue un día Viernes, y como vemos en los evangelios, no hubo casi nada de tiempo para velar su cuerpo. El sábado comenzaba a las seis de la noche. Por lo tanto, había necesidad de apresurarse en el entierro de Jesús antes de la puesta del sol.


Un hombre llamado José, que era miembro del Consejo, un hombre bueno y justo y que no había consentido en el plan y acción del juicio contra Jesús, fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Y bajándolo, lo envolvió en un lienzo y lo puso en un sepulcro excavado en la roca, donde nunca nadie se había acostado. Los evangelios completan la historia agregando a Nicodemo, que trajo una mezcla de mirra y áloe, como cien libras de peso.


La mirra es una resina aromática que se desprende de un árbol que crece en Arabia y es apreciado por su perfume. El aloe es una savia fragante, estas especias eran las sustancias que se utilizaban para embalsamar, y contrarrestar el mal olor y retrasar el cuerpo en descomposición. Este preparado se usaba en reyes o gente muy importante, eso fue lo que quiso Nicodemo para su Salvador.


Creo y José y Nicodemo hicieron un trabajo muy importante previo al entierro. José de Arimatea llevó un lienzo de lino para recoger a Jesús de la cruz, probablemente tuvo que romper esa especie de sábana grande en tiras o vendajes. La costumbre judía era poner las vendas de lino en torno al cadáver, pero Nicodemo primero esparció las especias en forma de polvo, en cada pliegue de lino. Imagino a Nicodemo y José colocando amorosamente las tiras de vendas perfumadas envolviendo al Señor.


Un hombre rico como José de Arimatea probablemente tenía una tumba cavada en roca sólida. La tumba comúnmente tenía una pequeña entrada y tal vez uno o más compartimentos donde se preparaban los cuerpos después de haber sido tratados con especias, ungüentos y tiras de lino. Según su costumbre, los judíos dejaban estos cuerpos solos por algunos años hasta que se descomponían hasta quedar huesos, luego los huesos eran colocados en una pequeña caja de piedra conocida como osario. El osario permanecía en la tumba con los restos de otros miembros de la familia.


Los enemigos de Jesús hicieron todos los esfuerzos posibles para asegurar al sepulcro, su miedo que se cumplan las promesas de la resurrección los hizo poner sello y guardias para vigilar el lugar, pero ese hecho más bien, puede confirmar al mundo que Jesús resucitó y saltó toda la seguridad que creyeron que sería inviolable.


Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro. Marcos 16:1


José de Arimatea y Nicodemo fueron seguidos y observados todo el tiempo por dos mujeres; "María Magdalena y María madre de José". Ellas se mantuvieron siempre a cierta distancia porque no habría sido correcto de acuerdo a las costumbres judías que ellas se mezclaran con los dos miembros del Sanedrín. Pero ellas estuvieron fieles mirando lo que hacían con Jesús.


¿Por qué hicieron esto? Bueno, Marcos nos va explicar inmediatamente que ellas también querían prodigar sus cuidados al cuerpo de su amado Salvador.


“Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.” Marcos 16:1, ¿Dónde estaban los discípulos? Lo habían dejado. Pero ellas no abandonaron nunca a Cristo, más bien querían estar bien informadas acerca del lugar donde iban a colocar el cuerpo. Y aunque tuvieron que esperar a que pasara el día de reposo, ya sabían donde estaba el sepulcro.


Creo que el velorio de Jesús no tuvo mucha gente, dos hombres y tres mujeres, justo los cinco que ahora son permitidos, pero no fueron simples testigos, ellos cumplieron una tarea santa.


Hoy sábado de gloria, recordemos con gratitud todo lo que el Salvador hizo por nosotros.


Con amor


Martha Vílchez de Bardales.


 
 
 

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