Todo por dinero
- IB La Molina

- 1 abr 2021
- 3 Min. de lectura
“Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce. Y mientras comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar. A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. Entonces respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho.” Mateo 26:20-25

Que tristeza que uno de los doce discípulos de Jesús haya sido el traidor, quien lo entregó por dinero. Es interesante que Judas Iscariote fue el único entre los apóstoles que no era galileo. Fue Iscariote porque era de un pueblo llamado Kerioth, a pocas millas del sur de Jerusalén.
Como sabemos Judas decidió unirse a este grupo por razones puramente ambiciosas. Él quería ser parte de una revolución social, pero no buscando el bienestar de su pueblo, sino para ganar riquezas, fama y poder. Por eso cuando se dio cuenta que nada de sus fantasías se iban a cumplir, se llenó de amargura y la ira que acumuló en todos esos años reventó en su mente, ¡Tanto tiempo invertido y ahora quiere morir! Esta frustración dominó su corazón y decidió la traición.
En el Evangelio de Juan, podemos notar varias veces el carácter de Judas. Tenía una debilidad muy grande en cuanto a la codicia. Este pecado parece ser con el que más luchó y finalmente, no pudo vencer. Judas amaba el dinero. Después de que María Magdalena ungió a Jesús con un perfume precioso y caro, Judas explotó y dijo: ¿Por qué no se vendió este ungüento por trescientos denarios y se lo dio a los pobres? Pero este argumento no era una sincera preocupación por los débiles. Judas quería tener dinero.
“De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar. Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo? El, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.”
Judas fue un apóstol, admitido en el círculo más íntimo del Maestro, escuchó de cerca sus enseñanzas, vio directamente los milagros uno tras otro, estuvo tan cerca que recibió la confianza para ser el tesorero, debió ser un hombre con dotes de buen administrador. Pero él decidió por su propia cuenta meter la mano en el plato de Jesús para entregarlo.
“De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar”, cuando Jesús dijo estas palabras le dio la última oportunidad a Judas para arrepentirse, mientras los discípulos comenzaron a entristecerse y a preguntarse uno por uno, Judas tuvo tiempo para reflexionar. En cierto sentido, este fue un llamado misericordioso a Judas Iscariote para que recobrara el sentido y se arrepintiera de sus malvados planes.
¿Soy yo, Maestro? Fue muy noble que los otros once discípulos hicieran esta pregunta, pero por otro lado, Judas demostró que no sólo no quería arrepentirse, él ya estaba controlado por el enemigo porque demostró una hipocresía increíble cuando preguntó: ¿Soy yo Señor? sabiendo que ya había arreglado el arresto de Jesús. Sin embargo el Amor de Cristo siguió mostrándose compasivo con su discípulo.
“Tú lo has dicho” Jesús no dijo esto para condenar a Judas, sino para llamarlo al arrepentimiento. Jesús no le dijo que él sería quien traicionaría para condenarlo. Podemos suponer que lo dijo con amor en sus ojos, y que le mostró a Judas que lo amaba, aún sabiendo de su traición.
Todos miramos a Judas con indignación, pero a veces olvidamos que al día siguiente de estos hechos, muy temprano en la mañana todos los discípulos también le fallaron al Señor. No fueron fieles con su Maestro.
Judas lo traicionó por codicia, pero el resto de los suyos lo traicionaría por debilidad, miedo, duda, y cobardía. Aunque quizá parezca una ofensa lo que voy a escribir, no deja de ser verdad. Nosotros también lo traicionamos cuando pecamos. Cuando debiendo ser discípulos evangelistas, cristianos activos, creyentes que dan testimonio de servicio y amor, negamos nuestro llamado y nos hacemos parte de este mundo que vive con afán.
Que esta historia tan humana y real nos obligue a examinarnos con sinceridad para volver a ponernos a cuentas con nuestro amado Señor y Salvador. Recuerda la Palabra del Señor que dice: "Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo." 2 Timoteo 2:13
Con amor
Martha Vílchez de Bardales









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