Violencia delante de nuestros ojos

“La profecía que vio el profeta Habacuc. ¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia.” Habacuc 1:1-4

El profeta Habacuc estaba cansado de ver la maldad en Judá, la iniquidad de la nación había llegado al tope de su tolerancia, al presenciar los males que lo rodeaban, luchó con sus propios pensamientos para no pensar que Dios era indiferente, Él se preguntaba dónde estaba Dios, y por qué Dios no arreglaba las cosas. Pero cuando Dios le reveló su plan, y le dio la visión, la escribió para que ahora nosotros, que también estamos cansados de ver la corrupción, recordemos que nada escapa de la soberanía de Dios.

La pregunta que Habacuc declaró a Dios quizá sea un cuestionamiento que nos hemos hecho muchos:

¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan.

Literalmente lo que estaba orando Habacuc era: ¡Oh Señor!, ¿Cuánto tiempo voy a llorar? He llorado orando intensamente, pero ¿Cuánto más debo seguir pidiéndote hasta que me des tu ayuda? Habacuc oraba casi gritando, y su clamor era el grito de la criatura a Aquel que es el único que puede oír o ayudar.

El profeta sentía que ya había pasado demasiado tiempo y la respuesta no llegaba, y encima tenía que seguir viendo la injusticia y el pecado, había pasado tanto tiempo suplicando, pero no se había producido ningún cambio.

Habacuc no quería ver lo que estaba sucediendo, pero eso no significa que huía de la realidad, simplemente no veía cambios y por eso levantarse y ver lo mismo: Iniquidad, molestia, destrucción, violencia, pleito y contienda, lo cansaron. Confieso que yo también me canso al ver todo lo que está generando estas elecciones en mi amado Perú, la mentira, ambición y todos los pecados juntos que Habacuc menciona, son las cosas que están alimentando a todos los ciudadanos desde que amanece.

Habacuc vio las molestias y el pecado por todas partes, desde las relaciones personales del pueblo hasta las personas en autoridad. Entonces en su angustia le preguntó al Señor ¿Por qué no pones las cosas en orden? ¿Has pensado algo parecido?

Dios siempre responde, a veces no como nosotros imaginamos o queremos, pero responde. Y así le respondió el Señor a Habacuc:

“Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis.”

Todo lo que Dios dictaminó era algo terrible, un ejército cruel les robaría sus casas, grandes bandas de gente impía los atacaría ocasionando terror y caos, tomarían el poder trayendo escarnio a sus príncipes, serían burladores que dominarían todo con el permiso de Dios.

Por supuesto que Habacuc protestó ante la respuesta de Dios, pero finalmente tuvo que entender que las cosas si son malas, no significa que el Señor nos haya abandonado, todo lo contrario, Su Presencia se hace más evidente en la prueba.

Hoy mi país está pasando un tiempo de mucha incertidumbre, por eso oro y clamo con todas mis fuerzas que podamos ver la mano de Dios apaciguando la ira y devolviéndonos la cordura. Hoy hubo un asesinato de dieciocho personas en la selva del Perú, entre ellos, dos niños, no sé el contexto, pero son personas que acabaron muertas con maldad. Tenemos que orar y clamar como lo hizo Habacuc:

"Señor, ¿acaso no existes tú eternamente, mi Dios santo e inmortal? Señor y protector mío, tú has dado fuerza a los caldeos para que ellos ejecuten tu justicia. Tú eres demasiado puro para consentir el mal, para contemplar con agrado la iniquidad"

Si oramos en unidad, si oramos confesando los pecados de nuestra nación, se dejamos de actuar como lo hacen los que no tienen temor a Dios, Él inclinará su oído, nos atenderá con amor y nos salvará.

Con amor

Martha Vílchez de Bardales